La ecología humana se arraiga en la interacción de los humanos con el medio ambiente. Ella parte de la consciencia sobre las consecuencias de las actividades humanas y los efectos que producen en los ecosistemas y la manera en que esta interacción también afecta el sistema social. Nuestro proyecto pedagógico está envuelto y guiado por el sentido de la ecología humana.
Los niños y las niñas entablan una
relación con su medio ambiente de
manera natural, cotidiana y constante. Lo hacen en la medida en que conviven
con los diferentes seres y elementos que están presentes en su entorno, pero es
cuando exploran ese entorno y más aún cuando la exploración conlleva acciones
sobre él, que las niñas y los niños tienen la oportunidad de construir nociones
de cuidado, de valoración por la coexistencia de biodiversidad y de la
diversidad humana. Sus conocimientos se multiplican por segundo y su ser
amoroso se expande cuando se relacionan por medio del juego y de todos sus sentidos con los
elementos biológicos como el agua, la tierra, el aire o el calor del sol y,
descubren el carácter vital que éstos tienen para su propia existencia y la existencia
de todos los organismos vivos con los que comparten el mundo. En este proceso
las niñas y los niños se ubican a sí mismos como parte del ecosistema. Por este
camino encontraran que también lo es todo aquello construido por los humanos.
Consideramos que nuestros niños y
las niñas tienen un derecho impostergable de crecer en un medio ambiente
saludable para ellos y saludable para el mismo y de contar con un futuro que
les garantice vida y calidad de vida. La consciencia sobre las consecuencias de
las actividades humanas y los efectos que producen en los ecosistemas y la
manera en que esta interacción también afecta el sistema social, es fundamental
en la educación más que como un discurso, como un estilo de vida.
Con el desarrollo por ejemplo, del proyecto de HUERTO URBANO que venimos implementando desde hace dos años, nos maravillamos con la riqueza educativa que brota de este proceso: ha sido un proceso que ha ido desde adecuar y ambientar el espacio, poner una alverja en el vaso con agua y algodón, tener en cuenta el ciclo lunar, construir un pequeño invernadero para tener plántulas, abonar, trasplantar, poner un espantapájaros, fabricar insecticidas naturales, ver bichos en el microscopio, hablarles, cantarles, susurrarles a las plantas y escucharlas, remover la tierra, regarlas, llevar registros, sostener largas conversaciones con sus compañeros, recoger la cosecha, hacer y comer ensaladas inigualables!
Este proceso ha sido asesorado y
acompañado por una madre experta en agroecología, una docente del Departamento
de Agronomía de la UN, indígenas que laboran con el Jardín Botánico y ha
llegado a familias deseosas de participar y aprender.
La exploración y el cuidado que los
niños y las niñas ha estado acompañada por la exploración asistida que hacen las docentes y auxiliares (de la que
hemos hablado en otros apartes de este blog): ¿Qué sucede si…?, ¿Cómo será
que…?, ¿Qué tiene que ver … con ….?, ¿Tenemos otras opciones?, ¿Qué efectos
tiene cada una de ellas…? ¿Qué sentirá… cuando le hacemos esto o lo otro?, ¿Nos
estará haciendo saber su sentir de alguna forma? Estas, son apenas algunas de
las preguntas que acompañan esa exploración natural y cotidiana del huerto y
desde la cual conforman una sensibilidad que les permita no solo explorar su
medio ambiente, sino cultivarlo, protegerlo, nutrirlo y nutrirse de él.
En la exploración de su mundo y en él, la exploración de los múltiples mundos que conforman
ecosistemas interconectados, ha generado un procesos lleno de hallazgos
fascinantes, en el que incluso se han construido nuevas amistades como las que
se han creado con cantidades de “bichitos”,
a los que comúnmente se podría temer. Ahora nos disponemos a festejar el cierre
del año con un festival que exalta el crecer como seres creativos,
recreando la vida de los mundos verdes de nuestro entorno!