Cuando
bebés, los niños y las niñas pueden llevar sus pies hasta su nariz o su
boca. Le hablan a sus pies, mientras los
descubren y redescubren, usando todos sus sentidos. El color, la textura, el sabor, el olor en
los rincones de esas “patitas” pueden ser fuente incansable de asombro. Las
sensaciones que penetran su cuerpo por esta especie de “raíz” que tenemos los
seres dotados de pies, son para los niños y las niñas la manera que inician su
andar por el mundo.
Sus pies les llevan del paso titubeante, a caminar con firmeza, a correr, al salto y hasta el baile o la caricia. En este proceso ellos y ellas repasan lo que como especie duramos millones de años recorriendo.
Pero, no por hacerlo más pronto, serán sus pasos en la vida más firmes y decididos. Es por dar esos pasos hacia donde su espíritu los lleva, es poder contar con una mano atenta, que les brinde apoyo, pero que les suelte en el momento justo. Es por caerse y levantarse. En cada paso ellos y ellas construyen la confianza que necesitan para andar sus caminos.
Queremos que los niños y las niñas puedan gozar y jugar por los pies, con las miles de sensaciones que están al “alcance del pie”. Sabemos que así andarán por la vida sabiendo cuan valiosos son, cuanto les permiten sus pies y agradeciéndolo en cada paso.
Pero, si por algún motivo no están las manos o los pies, la visión, el oído, el movimiento o cualquier otra facultad, será el espíritu que encuentra en esa situación una oportunidad para expandir otros miles de recursos presentes en el cuerpo y crecer, crecer, crecer... Todos los años, hemos tenido el privilegio de crecer en la experiencia del encuentro con niños y niñas con múltiples características corporales o neurológicas y siempre ha sido una experiencia maravillosa.
Que lindo, como siempre. ¡Bienvenida nostalgia!
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